domingo, 30 de septiembre de 2012

Al Post-Rock incipiente no se le olvida: Talk Talk - Laughing Stock


Probablemente, si preguntases a algún amigo o familiar entrado en años si conoce a un grupo llamado Talk Talk, lo normal sería que te respondiera afirmativamente: no es para nada de extrañar, teniendo en cuenta la fama que dicho grupo acarreaba allá por mediados de los 80's. Por aquel entonces, su sonido difería bastante al que nos trajo posteriormente, ya que en sus inicios la banda se dedicaba a hacer un synth pop bailable y sin complicaciones, consiguiendo un notorio éxito comercial que hoy en día permanece vigente. Basta con sintonizar en la radio un dial ochentero para que escuchemos algunas de sus famosísimas canciones, tales como It's My Life o Such a Shame.

Tras lo dicho anteriormente, seguro que a más de uno le costará asimilar que fueron ellos los precursores de un estilo que actualmente continúa en plena forma: el post-rock.

Que Talk Talk comenzase su carrera musical siendo un grupo de éxitos radiofórmula, no hace más que dotar de mérito y de talento los derroteros que decidió tomar el grupo tiempo después. Gran parte de la culpa la tiene su líder y cantante, Mark Hollis, que decidió dejar atrás los sintetizadores que tanto caracterizaban al grupo para tomar senderos más minimalistas con gran influencia del jazz.


Si bien con su tercer álbum de estudio, The Colour of Spring, ya hubiera acercamientos a la música new wave y al chamber pop al mismo tiempo que iban distanciándose progresivamente del synth, el grupo seguía manteniendo aquel sonido que tanto les caracterizaba, a la vez que iban creando unas atmósferas cada vez más maduras y personales.

Pese a todo, no fue hasta bien entrado el año 1988 cuando el grupo dio el golpe sobre la mesa y decidió romper con todo lo establecido. Fue en ese mismo año cuando la banda lanzó al mercado Spirit of Eden, aprovechando que EMI, su sello discográfico, le había brindado mayor libertad creativa y presupuesto debido al éxito que iba cosechando el grupo hasta entonces. No obstante, para decepción de la misma, el grupo se negó a lanzar ningún single y debido a la complejidad de los arreglos del álbum, decidieron también no salir de gira. 

Finalmente el sello decidió lanzar I Believe in You como single, sin consentimiento de la banda, hecho que terminó siendo decisivo para que el grupo abandonase EMI y firmara con  Polydor. No obstante, el álbum obtuvo muy buena acogida por parte de la crítica, pero como era de esperar, tuvo un escaso éxito comercial.

Con el camino ya hecho y tras firmar con el nuevo sello, en 1991 la banda editaría su último álbum (que es el que nos ocupa). No cabe duda de que Laughing Stock es el disco más ambicioso y menos accesible de la banda inglesa: para su grabación (que se llevó a cabo durante un año), el grupo contó con la colaboración de 18 instrumentistas a los que se les permitía improvisar, y que Hollis comparaba con la ética del jazz y con ciertos trabajos del grupo de krautrock alemán Can.

Tan importante son las influencias que tomó la banda a la hora de grabar Laughing Stock como el legado que dejó el mismo: artistas como Radiohead, Bark Psychosis, Slowdive o DJ Shadow han tomado matices de sus sonidos para tomar inspiración en algunos de sus proyectos posteriores.

Es ciertamente difícil describir el sonido de Laughing Stock, ya que se trata de un sonido único e intimista, lo que lo convierte en algo difícilmente comparable a nada que se haya hecho anterior o posteriormente. En ocasiones el álbum suena algo caótico (existen momentos en los que suenan siete violines simultáneamente), lo cual lejos de ser un punto negativo, no hace sino dotar de matices minimalistas y atmósfericos a un álbum que no deja de ser redondo de principio a fin.

Compuesto únicamente por 6 temas de una duración media de siete minutos y con letras de carácter religioso en ocasiones, el proceso de grabación del disco está fuertemente marcado por las excentridades y tendencias perfeccionistas de su líder, Hollis, que insistía en el uso de velas e incienso para crear el ambiente adecuado. 

Y es así, ni más ni menos, como hay que escuchar el álbum: sin distracciones, atendiendo a los complejos matices que se van tornando desde que el álbum abre con Myrrhman hasta que cierra majestuosamente con Runeii. Un álbum de sonido oscuro, claustrofóbico, de arreglos preciosistas, que logra mantener una atmósfera compleja e inalterable de principio a fin, y ése es, precisamente, su mayor logro.

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