martes, 13 de noviembre de 2012

Something, Layla y otras canciones de amor: Pattie Boyd, la musa del rock.




Ian Dury nos contaba allá por 1977 aquello de “Sexo, drogas y rock & roll”. Una ecuación explosiva, incontrolable, creadora de momentos irrepetibles, pero a la vez tan banal que roza lo animal. Seamos sinceros, el verdadero motor de la música, sea del género que sea, es el amor, en todas sus vertientes, posibilidades o consecuencias. Todo gira alrededor del amor. Pero esto es un blog de música, así que mejor os cuento una pequeña y amena historia. La historia de cómo una muchacha de pelo rubio y rostro angelical se convirtió en la musa de las dos mayores demostraciones de amor en forma de música que se hayan escuchado jamás.

Acto 1. Londres, Abbey Road. 1969

Pattie Boyd (1944), actriz y modelo, conoció a George Harrison en 1964 durante el rodaje de “A Hard Day’s Night”, el primer largometraje protagonizado por los chicos de Liverpool. 

Fue un flechazo. Pattie era el arquetipo perfecto de aquello que la Velvet Underground, con la maravillosa voz de Nico, llamaba “Femme Fatale”. Cuantos hombres cayeron rendidos a sus pies y profesaron amor durante tantos y tantos años a aquella mujer que rebosaba sensualidad por cada poro de su piel. Y ella, tan remilgada, inteligente y bien educada, obviaba cualquier insinuación con la mayor de las cortesías. Ni ella ni su belleza eran de este mundo, caminaba levitando sobre los mortales. Y sin embargo fue ella quien cayó rendida ante George Harrison.


George Harrison (1943) era cuanto menos un tipo curioso. El beatle más oscuro e introvertido, espiritual y sexual, era una flor tardía incapaz de florecer bajo la alargada sombra de dos monstruos como Lennon y McCartney. El desprecio que en ocasiones le regalaban tanto John como Paul no hizo más que espolearle como compositor, y su introducción en la música hindú se convirtió en un nuevo lienzo sobre el que crear. La mejora que tuvo tanto como compositor y guitarrista fue sinceramente asombrosa. Cada álbum que The Beatles iba sacando nos dejaba otra perla de Harrison (Think For Yourself, Taxman, Within you Without YouI Me Mine,…), hasta que con Abbey Road el círculo se cerró. Por un lado Here Comes The Sun, y por otro, una de las dos canciones que nos ocupan hoy, Something. La bestia aletargada durante tanto tiempo había despertado.

Para Sinatra, la mayor canción de amor de la historia. Palabras mayores, aunque, para el bueno de Frankie, el tema era de Lennon-McCartney. Se le perdona, Bowie al final lo hizo.

Something in the way she moves
Attracts me like no other lover

Harrison recorre cada uno de los versos de Something con la más absoluta de las delicadezas. Está tratando con un material frágil, el amor. Era el último álbum de los Beatles, Abbey Road, y cada beatle trabajaba por sí solo, para evitar los conflictos que habían sobrevolado las grabaciones de Let It Be. George Harrison en estado puro. 

Harrison alegaría años más tarde que compuso Something pensando en Ray Charles, en mi humilde opinión, únicamente para dejar en mal lugar a Pattie, que siempre ha defendido que Something era una declaración de amor hacia ella. No olvidemos el veneno que atesoraba George. En pequeñas dosis, al contrario que Lennon, pero igual de efectivo.  

Hasta aquí la historia es tan bonita y cursi que dan ganas de vomitar: la pareja Harrison-Boyd, los dos tan sumamente perfectos, haciendo gala de su amor. Amor al estilo beatle, tan hermoso como imposible. Hasta que llegó Eric. Empieza lo bueno.


Acto 2. Inglaterra. Verano de 1970

El amor es impredecible. Nunca sabes de quien te vas a enamorar, y lo peor es cuando te enamoras de la mujer de tu mejor amigo.

Eric Clapton (1945) y George Harrison eran íntimos amigos allá por 1968, incluso Eric colaboraría en la celebérrima While My Guitar Gently Weeps, esa obra maestra dentro del White Album de The Beatles. Obviamente conoció a Pattie y, como tantos otros, cayó rendido ante su belleza. Por aquella época Clapton tenía novia, Alice, y solían quedar juntos para cenar Pattie, George, Paula y el. Si, Paula Boyd, hermanísima de Pattie y primer ariete que usaría a su antojo Eric para derribar la muralla que rodeaba el corazón de Pattie. Las estrellas del rock son así de caprichosas y obsesivas. Y nosotros disfrutando de ello. 

Clapton era muy tímido con Pattie, estaba totalmente abrumado por la mujer de su amigo pero ahora ya tenía una excusa para pasarse por el domicilio de los Harrison. Las visitas fueron continuadas, y con las continuas ausencias de George al estar grabando All Thing Must Pass, su primer álbum en solitario tras la ruptura de The Beatles, las noches con su amada fueron diarias, hasta que, entre copas de vino francés y demás, llegó el momento. "Slowhand" se armó de valor, abrió su corazón de par en par y le confesó su amor. Pattie, desde sus altares en el cielo, le dijo no, para más tarde descender a los infiernos carnales y sucumbir ante un mar de besos. 

Los tan añorados besos que Clapton había deseado durante tanto tiempo llegaron, y con ellos su oportunidad. O eso pensaba. Y es que Pattie, como ya hemos dicho, dejaba pilas de cadáveres por donde caminaba, y Clapton fue otro. La musa de cabellos rubios siguió con George. El primer intento había roto solo parte de la muralla. Quedaba el asalto final, el arma definitiva. Layla.


El origen de Layla tiene dos vertientes: una es, obviamente, el deseo de conquistar a Pattie por parte de Eric, y por el otro, un antiguo poema persa que marcó profundamente a Clapton, aumentando más si cabe la obsesión que ya de por si le atormentaba y le consumía por dentro. Clapton utilizó la única manera que conocía para poder expresarle todo lo que sentía a Pattie: la música. Volcar todo lo que sientes en unos cuantos versos, sacar lo mejor de ti mismo. Una catarsis en toda regla. Tenía a la musa del rock de su parte. Todo lo que rodeaba a esa canción era maravilloso. 


Tan solo con una guitarra acústica, Clapton le mostró a Pattie la Layla original. En ese momento no era más que una simple balada acústica, pero estaba llena del amor no correspondido que corrompía a Clapton. La última flecha que le quedaba atravesó el corazón de Pattie, pero aquella no la cambiaría. Pattie volvería aquella madrugada junto a George. El mismo George que no hacía caso a Pattie, que ya ni dormía con ella. Su carrera, el rollo hindú que se traía o su proyecto de Bangladesh. Todo era más importante que Pattie. Y aun así, la musa de cabellos dorados se debatía entre su educación, su rectitud, el miedo, el compromiso, la responsabilidad, quien sabe. Todo menos amor, lo que de verdad inundaba todo entre ella y Eric.

What'll you do when you get lonely

And nobody's waiting by your side?

You've been running and hiding much too long.

You know it's just your foolish pride.

Acto 3. Miami. Septiembre 1970

Layla no es sólo la canción. Es el disco, el todo, el concepto. Son las otras canciones de amor para Pattie que componen Layla & Other Assorted Love Songs. Eric se fue para Miami, junto con Paula (con un par y mucho morro), y su nueva banda, Derek & The Dominos (Eric Clapton, Jim Gordon, Bobby Whitlock y Carl Radle). Derek & The Dominos era la metadona que necesitaba Clapton no solo para su incipiente adicción para la heroína, sumada a la que tenía ya con la coca, sino también para desengancharse de Pattie. Pero realmente ni podía ni quería. Por suerte encontró a su alma gemela musical, al hombre que le dio un nuevo sentido a su vida, Duane Allman, guitarrista de la Allman Brothers Band y dios de la técnica del slide. Junto a él sacó adelante y grabó y gran parte del álbum. 

Fue Duane quién cogió la primigenia versión de Layla que Clapton había tocado solo a Pattie y le añadió ese riff antológico que ha pasado a la historia. Todo ello bajo 6 guitarras superpuestas, creando ese sonido compacto que tanto me enamora. La coda final de piano es obra de Jim Gordon, batería y pianista de Derek & the Dominos. Una canción tan compleja como el corazón de Pattie en ese momento. Difícil y a la vez perfecta. Así era Layla

En sí, todo el Layla & Other Assorted Love Songs es una declaración de amor tan cruda que asusta. Un genio tocado por la varita mágica de la musa del rock. En palabras de Pattie, Creo que era increíblemente crudo en aquél momento... Es un músico tan increíble que es capaz de poner sus emociones dentro de la música de tal manera que el público lo puede sentir de forma instintiva. Te atraviesa de lleno”. Eric Clapton alcanzó el Olimpo de la música desde los infiernos. 

Acto 4. Epílogo

Y atravesada quedó Pattie tras escuchar tal declaración de amor en forma de canción y de disco. Pero no sería hasta 1974 cuando finalmente haría caso a su corazón, dejando a George y abrazándose a Clapton. Se casaron en el 79, con Harrison de invitado. Pero esta historia no podía tener final feliz, y entre cuernos y alcohol, el amor desapareció. 

Y lo que parecía imposible y acabó sucediendo, se marchitó. Efímero pero intenso, como una canción. Como estas canciones. Y recuerdas a Clapton: ¿"Por qué el amor tiene que ser tan triste"?

Dedicado a todas las musas de este mundo

1 comentario:

  1. Las Laylas, ais, esas mujeres que siempre nos volverán loco y a cuya alcoba nunca deberíamos acceder. pero ¡es tan tentador! ¡Un abrazo, caballero!

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